«… aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (v. 29).
Leer: Mateo 11:25-30; 2 Reyes 24–25; Juan 5:1-24
En el colegio teníamos un entrenador de fútbol, y antes de jugar la pelota nos daba un tiempo para correr y hacer ejercicios para calentar el cuerpo. Una vez, me aconsejó antes de una carrera: «No trates de ir primero. Por lo general, los que lideran se agotan demasiado rápido». Y me sugirió que siguiera de cerca a los corredores más veloces. Al dejar que ellos establecieran el ritmo, podría conservar la fuerza física y mental necesaria para terminar bien la carrera.
Liderar puede ser agotador, mientras que seguir puede dar libertad. Saber esto mejoró mi desempeño deportivo, pero me llevó mucho más tiempo entender cómo se aplica al discipulado cristiano. Solía pensar que creer en Jesús significaba hacer un gran esfuerzo. Al concentrarme en mis expectativas de lo que un creyente debe ser, inadvertidamente, no disfrutaba del gozo y la libertad de simplemente seguir al Señor (Juan 8:32, 36).
Algunos consideran la carrera cristiana como una competencia, otros como algo que deben avanzar rápido,y otros se duermen. Otras veces nos preocupamos más en nuestra realización personal que en el desarrollo de nuestro carácter. Para Jesús, lo importante era seguirle aprendiendo de él, e imitándole en su carácter: manso y humilde. Manso es alguien que no piensa en sus derechos sino en los de los otros; y humilde es aquel que no se concentra en sus logros ni en sus méritos como en reconocer que lo que es viene del Señor.
Como humanos que somos necesitamos descanso, no solo físico, más aún espiritual y emocional. Nuestra alma necesita descansar en un mundo agitado, lleno de temores, de miedos, y de inseguridad. Jesús prometió que, si lo buscamos, encontraremos el descanso que anhelamos (Mateo 11:25-28). Enseñó que, si lo conocemos a Él, conocemos a Dios (v. 27). Y al buscarlo, nuestras pesadas cargas se volverán más livianas (vv. 28-30) y nuestras vidas se transformarán.
Seguirlo a Él, nuestro Líder manso y humilde (v. 29), nunca es una carga; es el camino de esperanza y sanidad. Al descansar en su amor, somos libres. Como padres o madres, o esposos, o maestros de Escuela Dominical, o pastores o líderes simplemente, necesitamos el descanso que solo el Señor nos puede dar. No nos creamos seguros ni fuertes en nosotros mismos. Somos desvalidos y necesitados de Dios. El descanso está en Él. Busquemos la humildad.
«Señor, gracias porque no tengo que estar a cargo de mi vida. Ayúdame a descansar en ti».
La verdadera libertad está en seguir a Cristo.
Ten buen ánimo!!