«No oprimirás al extranjero, porque ustedes conocen los sentimientos del extranjero, ya que ustedes también fueron extranjeros en la tierra de Egipto. Seis años sembrarás tu tierra y recogerás su producto; pero el séptimo año la dejarás descansar, sin cultivar, para que coman los pobres de tu pueblo, y de lo que ellos dejen, coman los animales del campo. Lo mismo harás con tu viña y con tu olivar. Seis días trabajarás, pero el séptimo día dejarás de trabajar, para que descansen tu buey y tu asno, y para que el hijo de tu sierva, así como el extranjero renueven sus fuerzas» (Éxodo 23:9-12).
Antes de que el pueblo de Israel entrara a la tierra que Dios les había prometido como herencia, habían recibido instrucciones de cómo vivir en ese lugar. Aparte de regulaciones sobre comportamiento social y leyes religiosas, encontramos estos versículos sobre el llamado año Sabático.
Dios le había dicho a los Israelitas que deberían trabajar seis días a la semana y apartar el séptimo día como día santo de reposo. Esta ley no sólo se aplicaba a los humanos, sino también a los bueyes y burros.
En un mandato separado, Dios le dijo a su pueblo que sus campos y viñedos también deberían descansar.
Durante seis años ellos podían sembrar y cosechar, pero el séptimo año debía ser un “año de descanso solemne para la tierra”. Aunque este mandato evidentemente reducía el potencial beneficio económico, prevenía que los campos fuesen sobre-explotados.
Dios no sólo cuida de las personas, sino también de su medioambiente. Después de todo, ¡es su propia creación!. Además, esta ley recordaba a los Israelitas que su tierra y sus frutos pertenecían en última instancia a Dios, y expresaba su fe de que Dios proveería para ellos incluso en los años en que no se podía sembrar ni cosechar.
¿Cómo podríamos aplicar este mandato a nuestra sociedad contemporánea?
¿Cómo podemos cuidar mejor de nuestro medioambiente y cómo podemos recordarnos regularmente de que toda la tierra pertenece a Dios y no a nosotros?