Tengo un mensaje de esperanza para todos los padres que están profundamente afligidos debido a que sus hijos no son creyentes. Se trata de un texto de Jeremías donde declara el Señor: «hay esperanza para tu descendencia«. En otro pasaje también leemos: «tus hijos volverán a su tierra«. Este pasaje se lee en otras traducciones, «hay esperanza para tu futuro«. Esta última traducción es mas acertada, pero esto en realidad no cambia el significado del texto. Esto es porque la verdad central es la esperanza de los hijos volviendo a su tierra.
Quiero explicar por qué considero que el Señor Dios, quiere animarnos sobre nuestros hijos que le han abandonado. Para ello, tenemos que ver más de cerca a qué se refiere el texto bíblico mencionado anteriormente.
Esperanza para los israelitas
El profeta Jeremías da esta promesa en un momento en que el reino de las diez tribus de Israel, ha estado en exilio por casi 150 años. En esta difícil situación, Jeremías da una profecía de esperanza que a él mismo le debe haber impactado. Durante décadas, el profeta advirtió y se afligió por la incredulidad del pueblo: «¡oh, si mi cabeza fuera agua, y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo!» (Jeremías 9:1). Este tipo de lamentos son típicos de Jeremías. Pero ahora Dios le pide que lleve un mensaje de esperanza.
El amor de Dios por Efraín
El mensaje de esperanza, está dirigido en gran medida al reino de las diez tribus, también conocido como Israel o Efraín. Jeremías 31:3-22 trata de la conversión profetizada del reino de las diez tribus. En el versículo 5 nos dice: «volverás a plantar viñas en los montes de Samaria«. Samaria era la capital del reino de las diez tribus. Así también leemos en el versículo 9: «Yo soy padre de Israel, y Efraín es mi primogénito«.
Nadie tenía esperanza de esta promesa en aquel tiempo. Durante un largo periodo, Israel se había resistido al Señor su Dios y acertaba que no lo necesitaba. Los Israelitas vivieron en pecado por tanto tiempo que finalmente fueron llevados al exilio. Esto fue un juicio de Dios. Pero 150 años después, el Señor Dios le dijo: «No te he olvidado. Israel, yo soy tu Padre. Efraín, tú eres mi primogénito«. Eso es extraño, porque Efraín no era el primogénito en lo absoluto; era Rubén. Además, Judá recibió la bendición del primogénito. Pero aquí el Señor Dios se lo dice a Efraín: precisamente porque has sido tan desobediente, mi corazón está contigo, te quiero mucho y pienso en ti todo el tiempo. Entonces, después de 150 años llega la promesa: voy a llevarte a casa (Jeremías 31:8).
El llanto de Raquel
Mas delante, en Jeremías 31:15 vemos a Raquel, la abuela de Efraín, como si todavía estuviera viva. Raquel lloraba por sus hijos y estaba triste por sus pecados. Ella lamentaba que sus hijos abandonaron a Dios y ahora se los llevaron de la tierra prometida. Pero El Señor Dios le dijo: estate tranquila, Raquel, todo estará bien. No importa cuánto hayan pecado, cuánto tiempo haya pasado, cuando toda la esperanza parece haber desaparecido, todo estará bien; «Hay esperanza para tu futuro, declara el Señor, y tus hijos volverán a su país».
¿No es esa exactamente tu situación? Puede que tu voz no resuene desde tu habitación, pero, ¿no es acaso tu voz «lamento y llanto amargo«, como la de Raquel? ¿No lloras por tus hijos y te niegas a ser consolada porque ya no están en la casa de Dios? ¿Y no es este mensaje de esperanza exactamente lo que quieres oír del Señor?
¿Puede aplicarse esto a mí?
Esta promesa está dirigida a Israel. Sin embargo, yo digo que sí, que también es un consuelo para ti y veo dos razones para ello.
La primera razón es que estos versículos nos muestran quién es Dios. El amor de Dios es eterno y permanece para siempre. El comportamiento de Israel no cambia este amor. Los padres entendemos esto. Cuanto más se equivoca tu hijo, más consciente estas de tu amor por él o ella. Dios le dice a sus hijos que se han alejado: «puedes pensar que estás separado de Mí, pero todavía no te he dejado ir. Te estoy atrayendo hacia mí» (cf. Jeremías 31,3b). Este Dios es nuestro Dios. Solamente tienes que recordarle su amor eterno por tus hijos, y pedirle que los atraiga con su bondad.
La segunda razón por la que estas palabras pueden reconfortarte, es porque Jeremías 31 no se refiere únicamente a Israel. Es una descripción del nuevo pacto. Lo sabemos porque se menciona en Hebreos 8 (cf. Jeremías 31:33 y Hebreos 8:10). En el Nuevo Testamento, todas las bendiciones del nuevo pacto son para todos los que creen en el Señor Jesús; «hay esperanza para tu futuro, declara el Señor, y tus hijos volverán a su país«.
Es perfectamente claro la Biblia, que los creyentes de las naciones pueden invocar las promesas de Dios en el nuevo pacto. Puede debatirse, y se ha hecho muchas veces, si los hijos de los creyentes también pertenezcan a este nuevo pacto. Sea cual sea el punto de vista que se adopte, hay un pensamiento que me parece importante. El nuevo pacto es mucho más glorioso que el antiguo pacto.
Imagina a alguien explicando el nuevo pacto a un israelita del antiguo pacto, pero después tratando de explicarle que las promesas para sus hijos ya no aplican al nuevo pacto; esto sería bastante confuso. Pero, nos preguntamos: «¿el nuevo pacto es mejor?, ¿en qué sentido?» La verdad yo no comprendo todos los detalles de la teología del pacto, pero si sé esto: nuestros hijos no son extraños para Dios. Él los ama. Y por eso les dejo como una promesa del nuevo pacto: «Hay esperanza para vuestro futuro, declara el Señor, y vuestros hijos volverán a su país«.
¡Hay esperanza! Hay esperanza para nuestros hijos. Todo va a salir bien. El dolor que sentimos es real y nuestras lágrimas siguen brotando. Porque incluso en este pasaje del pueblo de Israel, no se trata de que todos los israelitas regresen a la promesa. Se trata mas bien del «pueblo que sobrevivió a la espada» (Jeremías 31:2) y del «resto de Israel» (Jeremías 31:7). Es decir, no todos heredaron la promesa. Pero, sin embargo, «una gran compañía» (Jeremías 31:8). Así que sigue orando por tus hijos y hablándoles de Cristo. Hay esperanza.