No permitas que tu corazón te condene

«..en cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene. Porque Dios es mayor que nuestro corazón y Él sabe todas las cosas..» ( 1 Juan 3:20)

Como experimentan todos los creyentes, serlo no significa estar libre de pecado. Incluso las personas que aman fervientemente a Dios y han dedicado sus vidas a él, experimentan que el pecado «se aferra estrechamente» (Hebreos 12:1). Esto resulta desalentador. No queremos pecar, ¡pero lo seguimos haciendo! Como exclamó el apóstol Pablo: «Porque tengo el deseo de hacer lo recto, pero no la capacidad de llevarlo a cabo. Pues no hago el bien que quiero, sino que el mal que no quiero es lo que sigo haciendo» (Romanos 7:18-19).

Sin embargo, reconocer que seguimos siendo pecadores nunca debe llevarnos a dudar de nuestra salvación. «Si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Él es la propiciación por nuestros pecados» (1 Juan 2:1-2).

Si tu corazón te condena, recuérdatelo: El que cree en Jesucristo no es condenado, sino que es santo y justo en Él.

Compartir post