¿Qué nos enseña la historia de Jacob?

La historia de redención y el pacto de Dios con Abraham son la base de la historia de Jacob en Génesis (leer Génesis 25:9-37:1). Recordemos que, dentro de las estipulaciones del pacto, Dios le prometió a Abraham, de manera incondicional, una descendencia, tierra y un nombre. En otras palabras, Dios estaba formando en Abraham su propio Reino, lo que Adán no había podido cumplir. Por eso, podemos ver un trato providencial, de parte de Dios, para con el descendiente de Abraham, Jacob.

La gracia de Dios

La gracia de Dios se vio manifestada en Jacob. Sabemos que el libro de Génesis fue escrito para los israelitas que estaban en el desierto, ellos sabían que Jacob había sido su padre, por tanto, era de suma importancia su historia. Por eso, Moisés expuso que, Jacob, sin merecer nada bueno, Dios le mostró su gracia al escogerlo como heredero de las promesas del pacto, al afirmarle a Rebeca que Esaú serviría a Jacob (Génesis 25:23). También podemos ver la gracia en Jacob cuando Dios “pasó por alto sus pecados”, por ejemplo, buscar las bendiciones patriarcales por la mentira (Génesis 27:18-19). Sin duda, la gracia de Dios sobreabundó en él.

El cuidado de Dios

Así también podemos ver el cuidado de Dios para Jacob, luego de mentir a su padre y huir de Canaán porque su hermano quería matarlo, Dios se le apareció en sueños y le afirmó que estaría con él y que lo guardaría dondequiera que fuere, e incluso que lo volvería a traer a Canaán (Génesis 28:15). Dios, sin justificar los pecados de Jacob, protegió cada paso que daba, y ese cuidado venía con bendiciones materiales, puesto que fue enriquecido en la casa de su suegro Labán. Aunque esa riqueza era porque Dios así lo había determinado, él intentó obtenerla en base a supersticiones (Génesis 30:38), la providencia de Dios estaba a su favor. Israel tenía que verse en Jacob y entender que estaban bajo el cuidado de Dios aun cuando estaban cruzando el desierto rumbo a Canaán.

En el tiempo de Dios, venimos a Él

Luego de unos impases con su suegro, él decide dar marcha de retorno a Canaán, pero en el camino sabía que se encontraría con Esaú, y que lo mataría. En ese contexto de temor, Dios comenzó a acercarlo hacía Él, puesto que Jacob clamó a “Jehová”, cambiándole el nombre de Jacob a Israel (Génesis 32:28), para que de esa manera recordara como es que había vivido una lucha constante contra Él y como Su gracia lo había sostenido. Jacob, luego de reconciliarse con Esaú (Génesis 33:4) y que sus hijos menospreciaran la señal del pacto (Génesis 34:1, ss), reconoció que Dios había estado en su tiempo de angustia, decidiendo quitar de su casa los dioses ajenos que cargaba, evidenciando que Jacob había caído rendido a Jehová Dios (Génesis 35:1-3). En el tiempo de Dios, y su poderosa mano, Jacob vino a Él.

Todo esto, es decir, la gracia y cuidado de Dios para con Jacob, y su llamamiento hacía Él, son evidencias que Dios es fiel a su pacto hecho con Abraham. Pacto que fue reconfirmado con Isaac y Jacob y que traía en su vientre al Nuevo Pacto, pacto de gracia que salva a pecadores como Jacob.
Solo por medio de Cristo, hoy recibimos gracia abundante, cuidado divino y bendiciones espirituales que son mejores que las bendiciones materiales.

Compartir post