¿Qué significa «tomar la cruz y seguir a Jesús»?

En los evangelios, vemos que Jesús comienza su ministerio predicando sobre el arrepentimiento y el Reino de Dios a la gente de las ciudades de Galilea. Cuando elige a sus discípulos, les dice: «Síganme» (Mateo 4:18-20). Lo siguen de cerca y lo ven orar, ministrar, sanar y enseñar a las multitudes con muchas parábolas y señales. Jesús dice a sus discípulos que tendría que sufrir y morir en Jerusalén a manos del sumo sacerdote y los ancianos, tras lo cual resucitaría. Pero ellos se confunden al oír esto. Pedro, especialmente, le llama la atención diciendo que nunca permitirá que Jesús sufra, a lo que Jesús le reprende severamente (Mateo 16:21-23). Jesús continúa diciendo en Mateo 16:24 «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame«.

Los evangelios registran esto en Mateo 10:38, Marcos 8:34, Lucas 9:23, Lucas 14:27. Jesús les decía a los discípulos que lo siguieran, pero esto significaba que tendría un costo. Siendo seguidores de Cristo hoy, ¿qué significa seguir a Jesús?

Todo comienza con el amor

Sí es cierto que queremos saber más de Dios, pero ¿estamos dispuestos a ser discipulados y disciplinados por Él? En nuestro día a día, tomamos muchas decisiones y priorizamos tareas, pero ¿nos detenemos a pensar si estamos honrando a Dios en todo lo que hacemos? Muchos de nosotros vemos la vida como una persecución interminable de posesiones, derechos, deseos y de tener poder sobre los demás. Tenemos que hacernos algunas preguntas:

  • ¿Amo a Dios más que todo lo que poseo, o todo lo que me define?
  • ¿Mi búsqueda de riqueza y fama me acercará a Dios o me alejará de Él?
  • ¿Estoy dispuesto a renunciar a los beneficios, a los hábitos adquiridos durante mucho tiempo, a las relaciones inseparables, o a sufrir bajo la persecución si mi fe tiene que demostrar mi amor hacia Dios?

Jesús eligió hacer la voluntad de su Padre por encima de todo y tomó humildemente su dispositivo de ejecución, la cruz, hasta la muerte (Filipenses 2:6-9). Después de su resurrección, la cruz simboliza la victoria y la salvación para todos los que pongan su fe en Jesús. Seguir a Jesús significa ser humilde como Él, amar y obedecer, llevar una vida justa alineada con la palabra de Dios. Al obedecer a Dios por amor, pronto comprendemos que el costo de dejar nuestros deseos carnales y egoístas es muy superior a la plenitud, la paz y el gozo que Dios nos da por medio de Cristo Jesús (Romanos 14:17).

Jesús enseñó a sus discípulos que, a diferencia de los demás, no debían enseñorearse unos a otros, sino dejar sus deseos egoístas para servirse mutuamente en amor fraternal. El mandamiento de «amarse los unos a los otros» se aplica a todos nosotros y hace que la cruz (o los sufrimientos de la vida) sean más soportables al llevarlos.

Negarse a sí mismo

Jesús les dice a sus discípulos que se nieguen a sí mismos, como indicación de que deben estar dispuestos a seguir el camino del sufrimiento, la persecución y, a veces, incluso la muerte, mientras le siguen a él, en lugar de seguir las comodidades y los caminos pecaminosos del mundo. Continúa diciendo: «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. Porque ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?» (Mateo 16:25-26)

Al aferrarnos a nuestras posesiones y comodidades mundanas nos engañamos, creyendo que nuestra vida está segura. Jesús nos recuerda que los honores y las glorias de este mundo son temporales y que sólo las riquezas que almacenamos en el cielo durarán para siempre (Mateo 6:19-21). Aunque seguir a Cristo nos cueste la reputación, las comodidades o la propia vida, Él promete darnos la vida eterna y mayores riquezas que las que uno pueda recibir en el mundo actual.

Tomar nuestra cruz significa que Jesús ha llegado a ser más precioso para nosotros que la aprobación, el honor, la comodidad y la vida

En el contexto actual, cuando decidimos seguir a Jesús, significa que permitimos voluntariamente que nuestros pecados, nuestras murmuraciones, actitudes impías, la codicia y el egoísmo sean crucificados y eliminados de nuestro carácter y nuestras acciones (Gálatas 2:20). En cambio,

  1. Permitimos que el Espíritu Santo nos corrija y nos ayude a servir a los demás y a honrar a Dios por encima de todo en nuestras vidas (Deuteronomio 6:5-6).
  2. Encontramos nuestra plenitud, satisfacción y alegría aun cuando enfrentamos las pruebas (Romanos 8:18).
  3. Sabemos que Dios nos hará coherederos con Cristo (Romanos 8:17) como Sus hijos cuando su Reino se establezca finalmente en este mundo.

Tenga en cuenta que cuando seguimos a Jesús, obedecemos sus mandatos y lo representamos dondequiera que vayamos. Nuestras acciones, pensamientos, palabras y compasión deben llegar a los demás y difundir el amor y la bondad de Dios. Nuestra vida diaria debe enriquecerse con el estudio de la Palabra de Dios, pasando tiempo en oración y devoción, así como participando en el culto y la comunión con los demás creyentes. Nos acercamos humildemente a Dios con la conciencia de que no somos dignos, pero Dios nos llama a seguirle. Busquemos, pues, su reino y su justicia, para que todo sea añadido (Mateo 6:33), como lo promete en la Palabra.

Compartir post