«Pero en cuanto al amor fraternal, no tienen necesidad de que nadie les escriba, porque ustedes mismos han sido enseñados por Dios a amarse unos a otros. Porque en verdad lo practican con todos los hermanos que están en toda Macedonia. Pero les instamos, hermanos, a que abunden en ello más y más, y a que tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado; a fin de que se conduzcan honradamente para con los de afuera, y no tengan necesidad de nada» (1 Tesalonicenses 4:9-12).
Para adultos sanos, el trabajo no es algo inferior que deberíamos evitar. Por el contrario, somos exhortados a hacer nuestro trabajo y ganar nuestro sustento si podemos. El trabajo no sólo es necesario para ser económicamente independiente de otros, sino que también nos ayuda a hacer un buen uso de nuestro tiempo. Es mejor trabajar que estar ociosos.
Por ejemplo, en la experiencia de Pablo, las viudas jóvenes que no tenían una familia que cuidar, se podían volver “ociosas y andar de casa en casa. Y no solo se vuelven holgazanas, sino también chismosas y entrometidas, hablando de lo que no deben” (1 Timoteo 5:13, NVI).
El ocio usualmente no lleva a nada bueno.Pablo menciona una razón más para trabajar: “… que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados” (Efesios 4:28, NVI).
Siempre habrá personas que no pueden o no deberían trabajar, porque están enfermas, discapacitadas, muy jóvenes o demasiado viejas, o simplemente no pueden encontrar un trabajo. Entonces es responsabilidad de otros compartir con ellos. “… te ordeno que seas generoso con tus hermanos hebreos y con los pobres y necesitados de tu tierra” (Deuteronomio 15:11, NVI).
Teniendo este texto bíblico en mente, ¿haces buen uso de tu tiempo y recursos?