¿Un plan eterno de redención?

Cuando estaba en la universidad y junto a mi grupo debíamos realizar un trabajo, siempre iniciábamos planeando las actividades, pues trazar un “plan” refleja propósito, compromiso y orden. Pero lo que hoy quiero expresarte no es un plan cualquiera, sino el plan de redención; y cómo nuestro Dios Trino lo determinó en la eternidad y lo sustenta desarrollándolo a través de toda la historia.

¿Qué es “Redención”?

La palabra redimir significa “dejar libre o rescatar a un cautivo mediante el pago de un precio”, por tanto, en un contexto bíblico hablamos de redención en el sentido que hemos sido librados o rescatados de nuestros pecados, “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.14). Este plan de redención lo inicia el Padre, lo ejecuta el Hijo y lo aplica el Espíritu Santo.

El plan de redención lo inicia Dios el Padre.

¿Cuándo?, en la eternidad, es decir antes de la fundación del mundo, Dios escoge un pueblo en y para su Hijo Jesucristo, “En él, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, para que en su presencia seamos santos e intachables” (Efesios 1.4).

Dios nos salvó porque ese era su plan desde la eternidad, él quería mostrarnos su gracia por medio de Cristo Jesús, “quien nos salvó y nos llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2Timoteo 1.9).

El plan de redención lo ejecuta el Hijo.

El sacrificio de Jesucristo por su pueblo fue destinado en la eternidad, “Ustedes saben que fueron rescatados de una vida sin sentido, la cual heredaron de sus padres; y que ese rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, sin mancha y sin contaminación, como la de un cordero, que ya había sido destinado desde antes de que Dios creara el mundo, pero que se manifestó en estos últimos tiempos por amor a ustedes” (1Pedro 1.18-20).

Jesucristo fue quien rescató a su pueblo de una vida pecaminosa sin sentido, perdonando sus pecados y comprando la libertad, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados” (Colosenses 1.14), esta redención de su pueblo lo hizo en total obediencia al plan trazado desde la eternidad, muriendo en la cruz del calvario, “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2.8).

El plan de redención lo aplica el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo, aplica los beneficios de la obra redentora de Cristo a su pueblo, es decir nos hace nacer de nuevo, “nos salvó, y no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3.5), y nos lleva a toda a la verdad (es decir a Cristo), “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad…” (Juan 16.13).

Claramente, a la luz de las Escrituras es el mismo Dios obrando de manera activa en la redención de su pueblo, por tanto, si hoy somos hijos de Dios no es por ser “…engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1.13). Todo es porque Dios así lo quiso; agradécele que eres parte de su pueblo escogido y vive solo para Él.

¿Cómo te habla este pasaje de la Biblia? ¡Por favor comparte tus pensamientos abajo!

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